No se cansan nunca, trabajan las 24 horas del día sin detenerse para comer ni descansar, son eficientes como una máquina y puntuales como un reloj, no piden aumentos de sueldo y jamás harán una huelga. El único inconveniente es que no son de carne y hueso, sino de metal y cables. Pero con unos trabajadores así de disciplinados, ¿quién quiere empleados humanos?